Anoche me dormí abrazada a mi sueño…

Y hoy, al despertar, seguía aquí… 

“Es un mal momento para todos”, “no eres la única que está pasando por esta situación”, “no te desanimes”, “ya verás que te surgirá algo pronto”, “el puesto de trabajo para ti está ahí, esperándote”…

Que levante la mano a quien no le hayan dicho estas frases alguna vez o las haya utilizado para animar a alguien cercano. Vivimos una realidad en la que se escuchan con demasiada frecuencia. Yo misma, sin ir más lejos, las habré oído un trillón de veces a lo largo de mi carrera profesional. La última, el pasado fin de semana.

Desde el viernes hasta hoy he repasado mentalmente mis años de experiencia profesional. En todos los puestos de trabajo que desempeñé aprendí, me entregué en cada uno de ellos y di de mí lo mejor. Pero sucede que a veces eso no resulta suficiente y te ves a ti misma cumpliendo años pero no metas y la sombra de abandonar es alargada.

Habrá quien piense que la opción de rendirse es la más cómoda, que lo fácil es decir: “No puedo más. No me queda nada más de mí que pueda dar. Aquí me quedo”. Yo lo he dicho. Lo reconozco. Y puedo afirmar que dista mucho de ser una decisión fácil. Para mí, decir en voz alta ese “me rindo” ha supuesto una auténtica lucha interna. Una pelea entre mi yo más constante y luchador y el otro yo, el que está cansado y decepcionado de tanto rebotar de un puesto de trabajo a otro.

Pero ayer, algo cambió… Quizá fue que se alinearon los planetas, quizá fue que mi yo perseverante ganó la batalla o quizá fueron las miles de muestras de apoyo y cariño que he recibido desde el viernes hasta hoy y que nunca podré agradecer lo suficiente. No lo sé. Pero el caso es que ayer decidí agarrarme con fuerza a ese sueño que ha iluminado mis noches desde hace años. Y no lo voy a soltar, no por ahora.

Yo sólo sé hacer esto, juntar letras, unirlas para crear palabras, para construir frases que cuenten historias. Seguro que habrá otros trabajos que pueda hacer, no lo dudo, pero dejaría de ser yo. Dejaría de ser quien soy para convertirme en cualquier otra persona, igual de digna, pero sería un alguien a quien no reconocería cuando me mirara al espejo por las mañanas. Sería cualquier alguien, menos yo mí misma.

Hoy creo en mí. Recorreré mi camino, sea el que sea, con paciencia, persistencia y entusiasmo (aquí debo añadir que mis dosis de paciencia son pocas, pero su carencia la compenso con el superávit de las otras dos). Hoy me quedo con estos versos de Machado que me acompañan desde hace años y que también, desde hace años, me repito cada día:

“Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora”